miércoles, 18 de junio de 2008

Érase una vez... un beso

Érase una vez... un beso. No un beso cualquiera, no. Se trataba de un beso que se posó en una cuartilla, mientras intentaba escribir un cuento.
Sin querer se me escurrió de una pregunta: "¿Dónde irán a parar los besos que dimos cuando éramos niños?" ... y ante mi asombro aterrizó, algo desorientado, sobre la hoja en blanco.

Nuestro beso, todavía recién nacido, pequeño y risueño.

No parecía más perplejo que yo, así que nos dedicamos una sonrisa. Miró con detenimiento el papel, como buscando una respuesta y sin decir una sola palabra, tomó asiento sobre la goma de borrar.
Resultó un poco incómodo, al principio, verlo allí tan calladito y pensativo,
con las piernecillas colgando, mirando ensimismado el papel.

Hubiera sido más fácil para mí entablar conversación con un unicornio, incluso con el tío Camuñas o la bruja Coruja... porque tengo más costumbre; pero, ante un beso, sea de la naturaleza que sea, a mí se me alela la expresión y no me sale ni media palabra.

Sí, nos mirábamos algo intrigados; tanto es así, que no fui capaz de escribir una sola línea... él seguía esperando. ¿Pero qué...? Pensé que si parpadeaba un par de veces seguidas desaparecería junto a la pregunta y así podría escribir un cuento sobre una princesa que besa a un sapo y lo convierte en calabaza... no, no, así no era... un sapo que besa una calabaza y se convierte en princesa... no, tampoco era así...

En fin, un cuento que comenzara en los tiempos de Maricastaña y tuviera un final al uso, vivieron felices y ...¿Tú lo sabes?- me preguntó. Este parecía un beso decidido, sin duda.
Se puso en pie de un salto y se encaramó al lápiz que estaba a punto de colocarme en la oreja.
Ya era tarde para hacerme la sorda. "¿Sabes a dónde van a parar los besos...?"- me susurró.
Sentí un escalofrío en dirección a la nuca. No es fácil pensar cuando tienes un beso hablándote en la oreja. Haz la prueba. "Nooo loooo... sé"- respondí con voz de calambre mientras desempotraba los hombros y volvía a colocarme el cuello en su sitio. Lo siento... creí que siendo un beso ...Pero tú besas ¿no?...Sí, claro, las personas nos besamos y los besos son todos muy, muy especiales. Bueno, casi todos. Los hay que nacen de la pasión, de la ternura, del cariño...(ufff, hay tantas clases de besos, tan buenas razones para besarnos que...) y los más difíciles de dar, los de despedida. Todos son especiales, menos yo- dijo pensativo. Puede que ni siquiera exista... cómo se puede ser especial cuando vives en un lugar secreto, suspendido en el tiempo, en un constante querer y no poder.
Yo me sentí responsable de sus incertidumbres. Después de todo, él estaba allí porque a mí se me había ocurrido hacer una pregunta de la que no conocía una respuesta. Puede que no seas un beso olvidado, yo pongo mucho cuidado cuando beso...¿Y si fueras un beso todavía por dar?. Le gustó la idea. Estaba tan entusiasmado que no dejó de hacer morritos... mua, mua y requetemua , mua, mua y requetemua... así toda una mañana de entrenamiento hasta que me pareció un beso más confiado, seguro de encontrar su destino. Yo desistí de escribir aquel cuento sobre sapos, princesas y besos... siempre me armo un lío con la moraleja.

Y para que nadie dude de la naturaleza del protagonista de este no-cuento, les diré que desde entonces es un beso más especial que otros. Es ese beso volado que se lanza a las estrellas, dado con sentimiento, soplado por encima de la mano y que cuando llega encuentra, al fin, donde ser posible. No me preguntes cómo lo sé, pero ¿a que a este "no-cuento" le falta algo?...algo como...


Será... ¿un beso?

2 comentarios:

McCoy dijo...

si, es verdad... pero yo a ti te mando dos besos...

McCoy dijo...

MMMM, será acaso el mismo que dijo: "My nose precedes me by 15 minutes"... más besucos... (me avisas ehhh?)