lunes, 14 de febrero de 2011

...

...es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda:
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.

...es reconstruir, cuando te alejas:
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.

...es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.

...es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.

...es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.

...es abrsorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.

...es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.

...es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta:
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.

...es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.

...es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.

...es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva;
porque amar es, al fin, una indolencia.
X.V.