La verdad me gustó mucho, muchísimo... aunque también tardé mucho en leerlo (casi un año en el que lo dejé y lo retomé varias veces).
Fue un libro difícil de digerir porque, claro, es muy descriptivo y habla de barrios, cafés y personajes de aquella época pero también habla de sensaciones, olores, sabores, paisajes y cosas muy propias y específicas de París.
Bueno, esto sirve un poco a manera de introducción para luego poder poner mi parte favorita del libro. A mi me pasa que hay un punto en el libro, o más bien en la lectura, en el que sé con toda certeza que ya estoy dentro de la historia. No sé cómo describirlo, es como esa parte que me engancha, que (un poquito, por qué no) me enamora, que me guiña el ojo y ya... no hay vuelta atrás: entro a esa dimensión.
A continuación voy a poner la frase en contexto y ya... en esta ocasión, me voy a ahorrar mi comentario al respecto y que cada lector interprete lo que guste.
Ernest suele ir con su esposa Hadley (su primera esposa) de visita a casa de Miss Stein y la "amiga" con quien vivía para tomar el te. Miss Stein es una mujer sin problemas económicos y, bueno, Ernie y su esposa eran "muy pobres pero muy felices". En algún momento de la plática, Miss Stein empieza a leer los cuentos escritos por Hemingway y se refiere a uno en particular titulado "Allá en Michigan"...
"Es bueno -dijo-, eso no se discute. Pero es inaccrochable: no se puede colgar. Quiero decir que es como un pintor que pinta un cuadro y luego cuando hace una exposición no puede colgarlo en público y nadie se lo va a comprar porque tampoco pueden colgarlo en una habitación."